La parálisis de la vergüenza tóxica

Tanto la vergüenza como la culpa conllevan un juicio negativo sobre nosotros mismos. Cuando la vergüenza es tóxica distorsiona nuestra autoevaluación, es como un lente a través del cual evaluamos todo lo que hacemos o queremos hacer. La emoción de la vergüenza se nos verbaliza como inseguridad, subvaloración, torpeza, inmadurez o, simplemente, ser “menos que” cualquier otra persona. Y también puede ser paralizante y requerir de mucha energía para protegernos de la vulnerabilidad de sentir vergüenza.

El desarrollo de esa vulnerabilidad experimentada por la vergüenza usualmente surge en la infancia y pre adolescencia y a menudo se debe a experiencias profundas y dolorosas. Y en el caso de la vergüenza tóxica puede surgir como resultado de abuso físico, sexual o emocional, así como de rechazo. Sin embargo, experiencias en la edad adulta pueden también contribuir a la vergüenza tóxica o severa.

Romper las cadenas de la vergüenza requiere ejercitarse en el desarrollo de la consciencia, de darse cuenta del contenido de nuestros pensamientos, de las situaciones que acentúan las emociones dolorosas y de las personas que percibimos como evaluadoras de esa vulnerabilidad que tendemos a llevar junto a la vergüenza.

La investigación reciente en neurociencia ha encontrado que mientras más nos estancamos en tales pensamientos y conductas, más tendemos a repetirlos. Pero, por el contrario, mientras más desarrollamos la consciencia de pensamientos y conductas y vamos practicando otros pensamientos y conductas, aumentamos el número y fortaleza de conexiones neurales en el cerebro; esto se conoce como “plasticidad cerebral”.

Ejercicios de mindfulness como sintonizar el guion de nuestro diálogo interior y abrir nuestra capacidad de observación, sin reaccionar a eso, resultan en mejorías significativas. Y sin van aunadas al desarrollo de la autocompasión y autoaceptación de nuestra humanidad se incrementa la mejoría. Humanidad es el reconocimiento de que todos los humanos tenemos debilidades y fallas, que cometemos equivocaciones y sufrimos, que no estamos solos aún cuando sintamos que lo estamos.

Adicionalmente, el mindfulness nos recomienda perdonarnos a nosotros mismos por sentimientos, pensamientos o acciones del pasado o recientes. Y unido a esto, hacernos testigos y sentir duelo por nuestras heridas; eso requiere la habilidad de identificar y sentarse junto al dolor asociado con las heridas, vigentes o pasadas. Esto puede requerir que hagamos las paces con una versión anterior de nosotros mismos. Esto también requiere de paciencia y compromiso; es un reto para poder disminuir la tendencia a la rabia que nos genera la vulnerabilidad de la vergüenza misma. Este es un reto que a veces puede requerir la asistencia de un profesional de la salud mental si la vergüenza es severa.

Gerardo Tálamo, Ph.D.

Gerardo Tálamo
Psicólogo, M.Ed., Ph.D.
Tutoría en Mindfulness, Coach Ejecutivo Certificado, C.C.L. Coaching Basado en Mindfulness