Cómo fomentar la empatía en los niños

La Dra. Helen Riess, profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard publicó recientemente un libro titulado “El efecto empatía” (The Empathy Effect) en el que explora la neurociencia que respalda la preocupación por los demás y, al mismo tiempo, ofrece orientación sobre como nutrirla e implementarla más efectivamente.

Riess habla de “empatía cognitiva”, un abordaje más racional y menos emocional, una empatía que reconoce los límites y el alcance de nuestros actos hacia otras personas o instituciones, que no significa decir que “sí” a cada una de las ocasiones de ayuda que se nos presentan. Y la Dra. Judith Orloff, psiquiatra autora de otro libro sobre la empatía apoya esta posición refiriéndose a personas muy sensibles que se siente inclinadas a atender los problemas y necesidades de todas las personas. Orloff precisa diciendo que una empatía saludable es cuando damos desde el corazón, pero sin convertirnos en mártires nosotros mismos.

Aunque hay personas excesivamente empáticas que pueden ser sus propios peores enemigos, también hay personas que parecen carecer de empatía totalmente. Son personas centradas en sí mismas, narcisistas, que siempre están buscando dónde obtener provecho para ellas y nunca reconocen, ni responden a las necesidades de otros. A estas personas les cuesta distinguir entre lo que es correcto y lo que no lo es, dice la Dra. Riess.

Entonces ¿cómo puede fomentarse un nivel saludable de empatía en un niño?

Riess comienza por indicar que la empatía es un rasgo modificable, se puede enseñar. “Todos nacemos con una cierta capacidad, pero esta puede cambiar dramáticamente dependiendo de factores externos, especialmente, de los ejemplos de los adultos responsables de los niños”.

Ella recomienda a los padres ser modelos que muestren respeto y cuidado por los demás. Si ven que un niño amigo se ha hecho una pequeña herida jugando, la madre dice algo como “vamos a buscar una bandita para cubrir esa herida” o “la vecina ha estado enferma, vamos a llevarle una sopa para que se sienta mejor”. Los niños tienden a centrarse en lo que “no tienen” y las carencias de los demás les pueden ofrecer el regalo de ser quien regala y atiende esa necesidad.

En niños más grandes hay muchas oportunidades de aprender empatía ayudados por sus padres a identificar algunas necesidades de los demás, incluyendo los sentimientos de las personas, su soledad, su tristeza, su falta de abrigo.

Otra excelente oportunidad para los padres es cuando reconocen ciertas preocupaciones o sentimientos en sus propios hijos y su necesidad de seguridad. Por ejemplo, si un niño tiene miedo de un perro, en vez de decirle “No tengas miedo, no te va a morder”, se puede decir “¿El perro te da miedo?, ¿Qué te da miedo de ese perro?”. Esto valida los temores del niño en vez de negarlos.

Al mismo tiempo, Riess señala que los padres no deben sobre reaccionar siendo intolerantes de “un momento de infelicidad en la vida de sus hijos”, una empatía mal orientada puede privar al niño de desarrollar fortaleza, perseverancia y resiliencia, que son esenciales para una vida exitosa.

Los padres pueden hablar a los niños de empatía hacia los sentimientos de otros niños. Si el hijo ha roto el juguete de su compañero, Riess sugiere que en vez de reprenderlo por lo que hizo, puede decir algo como “Tu compañero está triste porque rompiste su juguete. ¿Qué podemos hacer para remediarlo?”, esto abre la puerta para una disculpa.

Basado en artículo de Jane E. Brody

Gerardo Tálamo
Psicólogo, M.Ed., Ph.D.
Tutoría en Mindfulness, Coach Ejecutivo Certificado, C.C.L. Coaching Basado en Mindfulness