Qué sucede cuando abrazas tus emociones oscuras

Beth Kurkland, PhD, psicóloga clínica y autora de varios libros, recientemente escribió a propósito de su último libro, “Bailando en la cuerda floja”, sobre la tendencia que tenemos a siempre querer evitar lo desagradable y a buscar lo agradable. Kurkland elabora señalando que evitar las emociones desagradables, en vez de aceptarlas solo incrementa nuestro malestar psicológico, así como nuestra inflexibilidad, ansiedad y depresión, todo lo que disminuye nuestro bienestar.

Investigaciones recientes sugiere que cuando confrontamos nuestros deseos intensos -fumar, comer compulsivamente – es menos probable que nos enganchemos en conductas adictivas; cuando miramos hacia nuestro dolor físico, es menos probable que nos atrapemos en ciclos de dolor crónico; cuando observamos nuestra tristeza, es menos probable que nos atasquemos en la depresión y, cuando nos volteamos hacia nuestra ansiedad, es menos probable que nos paralice y nos sea más fácil lidiar con ella.

Kurkland amplía diciendo que, si queremos vivir más integralmente y ser nuestra mejor versión de nosotros mismos, necesitamos virar hacia nuestro dolor, no tratar de suprimirlo. Y a esto nos pueden ayudar las herramientas de la atención mindfulness, la autocompasión y la aceptación, herramientas que ella llama “La Puerta”. Y esto se debe iniciar practicando con emociones que no sean demasiado intensas, idealmente con la ayuda de un terapista profesional.

Estos son los pasos recomendados:

1. Desarrollar el deseo, la disposición, de abrir la puerta. Imagínate que estás abriendo la puerta y dándole la bienvenida a tus emociones para que entren y se sienten en algún lugar de tu sala, tan cerca o tan lejos de ti como quieras. Y desde allí puedes empezar dando una mirada amable y curiosa a lo que acaba de entrar. En su experiencia Kurkland ha encontrado que con frecuencia las personas ven sus emociones como si tuvieran un cierto tipo de color o forma, como personajes de un comic.

Esta es una experiencia nueva para la mayoría de la gente. ¿Quién quiere dejar pasar la ansiedad por su puerta? ¿Quién quiere darle la bienvenida a la tristeza o a la rabia? Pero cuando las dejamos entrar y las miramos desde una cierta distancia, podemos darles una mirada curiosa y explorar eso que acaba de entrar.

2. Insiste en mirar con curiosidad. Observar con plena consciencia de que lo estamos haciendo y observando cómo nos estamos sintiendo puede ayudarnos a lidiar con lo que sea que tenemos frente a nosotros. Y puede ser útil ponerles nombre a nuestros sentimientos: “¡Eso duele! Eso que estoy sintiendo es rabia de la de toda la vida.” Y por más simple que parezca, muchas veces no le ponemos atención a los matices de lo que estamos sintiendo y, entonces, perdemos información importante. Etiquetar nuestras emociones intensas nos ofrece la posibilidad de observar nuestra experiencia interna y, al mismo tiempo, disminuye un poco su intensidad.

Y también puede ayudar si vemos nuestros “visitantes” emocionales como huéspedes temporales. Si, por ejemplo, le añadimos la frase “en este momento” a “estoy sintiendo rabia, estrés o dolor” nos puede ayudar a estar con ese malestar sin sentirnos apabullados. La actitud de curiosidad en vez de la de temor o rechazo inmediato nos da la oportunidad de mirar con mejores lentes para comprender nuestros sentimientos. Descubrimos así aquello que nos ha estado alterando el estado de ánimo, mirándolo a la cara.

3. Date el regalo de la compasión. Muchas personas están condicionadas a juzgar las emociones de maneras negativas automáticamente: hemos aprendido que si mostramos tristeza es un signo de debilidad; que si mostramos rabia o celos somos una mala persona; que debemos movernos hacia delante cuando experimentamos una pérdida. Cuando estamos “cara a cara” con nuestras emociones difíciles, a menudo nos reprendemos y pensamos que algo debe andar mal en nuestra mente.

Cuando practicamos mindfulness en combinación con bondad hacia nosotros mismos y aceptamos que tan solo somos humanos como todos los demás, estamos cultivando la autocompasión, una cualidad que se ha encontrado que tiene relación con el bienestar psicológico.

Para practicar la autocompasión, imagínate sentado con un buen amigo que está sufriendo y piensa cómo podrías tener un gesto de compasión para con él. ¿Cómo sería tu lenguaje corporal? ¿Cómo lo escucharías? De seguro que no lo reprenderías por sentirse de esa manera.

Cuando aprendemos a sentarnos con mindfulness ante nuestras propias emociones y traemos compasión hacia lo que sea que estemos experimentando, es como cuando lo haríamos por un amigo querido. Abrazar nuestras emociones oscuras requiere coraje y práctica. La técnica de “La Puerta” nos permite crecer con nuestros propios recursos, aprendemos a confiar en nuestra propia capacidad de manejar nuestras experiencias y desarrollar resiliencia para movernos ante los retos de nuestra vida.

Kurkland insiste diciendo que “cada uno de nosotros tiene el poder de enfrentar lo difícil, si abrimos la puerta”.

Gerardo Tálamo, PhD – Basado en varios artículos y entrevistas de Beth Kurand.

Gerardo Tálamo
Psicólogo, M.Ed., Ph.D.
Tutoría en Mindfulness, Coach Ejecutivo Certificado, C.C.L. Coaching Basado en Mindfulness